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Soy estudiante de Lingüística y Literatura Hispánica, generación 2008.

viernes, 3 de junio de 2011

"Condena Existencial" cuento

Condena Existencial
Cuando me tratan como idiota, me acuerdo de mi infancia ,ante los ojos de mis padres como un imbécil , por que no  me aprendía ni el abecedario, ni las tablas de multiplicar, ni la maldita ortografía de algunas palabras fáciles, se empezaron a apartar de mi, me dejaron estudiar solo, por mi cuenta, recuerdo aquella casa  que siempre se veía oscura, era grande y fría aunque estaba muy vieja nos la rentaban muy cara, a pesar de que ya llevábamos toda una vida viviendo ahí, me sentía extraño, como en un sitio en el que no debía estar y ahora no hago mas que extrañar todo eso, la puerta de entrada era color azul y toda la parte de abajo estaba oxidada y descascarada, en la parte superior tenia dos ventas pequeñas por las que me gustaba ver llover, aun me encanta ver llover aun que ya no me apasiona tanto esté lugar como para contemplar la lluvia, algunas veces entiendo que mis padres tenían que criar también a mis otros hermanos, pero otras veces los culpo por olvidarse de mi para cuidarlos a ellos, por que empezaron a forjar sus caminos, y ¿el mío que?, ¿quien me iba a orientar para tomar buenas decisiones?, ¿quien?, Yo …me desespero y realmente me afecta que la gente me trate como un maldito tonto, enseguida, comienzan a correr mis lagrimas como en este preciso instante, ellos decían que confiaban en mi , pero solo eran palabras y yo lo sabía, así que no me interesaba ir bien en la escuela, no había para mi alguien que me felicitara por lograr unas buenas calificaciones solo personas que se sorprendían por que el niño tonto había logrado algo que para ellos era un milagro, no lo niego  “me amaron”, bien o mal algunas veces sentí sus abrazos, de pequeño trataba de comprender el por que  de mi abandono, y solo podía pretender que no me afectaba y que estaría bien hiciera lo que hiciera, me empecé a alejar de casa por momento hasta llegar el día en que no regresaba solo al anochecer, ¿que niño de 7 años se va de casa todo el día y regresa al anochecer?, nadie me esperaba solo las empleadas que estaban contratadas por mis padres para atender la casa, una época en la que si contábamos con dinero, sólo ellas me preguntaban donde había estado diciendo que si mis padres se enteraban se preocuparían, ¿a quien demonios le preocupaba?, ellos sabían que yo no llegaba a la casa pero no decían nada, así que me acostumbré a tener mis propios momentos , lugares y amigos para mi, yo fui educado por las calles y estando en ellas con mis amigos todo iba bien, todo era mágico, era libre, podía permanecer el tiempo que yo quisiera en el lugar que yo quisiera, aunque tenía buenas ideas no las podía compartir, era muy agresivo con aquel que no conociera lo golpeaba, lo sometía ante mi, eso me lo enseño mi padre cuando solo tenia 4 años, recuerdo muy bien sus palabras, recuerdo su actitud, su carácter, sus miradas frías, recuerdo y escucho todas y cada una de las palabras que me obligo a grabarme muy dentro de mi ser… eso ahora ya no importa, he crecido como una persona segura en cuanto a la vida, sé que se puede encontrar uno en las calles, pero fui realmente inseguro en cuanto a la escuela, no quiero ser conformista ¡pero debo!, lucho por obtener un titulo que ante la sociedad sea aceptable, no lo hago por mi, lo hago por el honor de la familia que tantas veces manche de tantas formas, ¡claro! a mi manera, quizá no en este momento, pero así será, eso espero...
***
Una tarde que regresaba de unos trabajitos que me habían encargado encontré en la entrada de mi casa a mi tía, la menos agraciada de todas las hermanas de mi padre, con los ojos rojos y llorando a moco tendido, afuera estaba estacionada la camioneta de mis padres, toda bacía, creía que se quedarían unos días en casa a descansar después de haber trabajado toda la semana lejos de nosotros y que quizá habían discutido con mi tía. Pero… me soltó de sopetón una muy trágica realidad, habían encontrado a las afueras de un pueblito que estaba como a dos horas de distancia de la ciudad, a mis padres… muertos… dentro de la camioneta, la camioneta bacía, los habían asaltado y les habían quitado absolutamente todo lo que llevaban de dinero, esa noticia si que me dejo en shock, pero después de eso, me llevó a un remolino de furia, de coraje, de ardor en el corazón que no podía contener, lloraron durante horas en silencio todos los poros de mi piel, llore desesperación, llore dolor, llore recuerdos, llore… aquel amor que jamás volvería a sentir en toda mi vida.
Durante dos semanas entre mis hermanos y yo hicimos los arreglos de una hermosa despedida, sencilla, pero no le hacía falta nada, acudieron al funeral, todos nuestros familiares, vecinos, algunos políticos importantes de la ciudad, maestros y compañeros de clases de mis hermanos, gente de todos los pueblos, incluso los comisarios de los pueblos vecinos se habían reunido para asistir en grupo, todo mundo nos dio su apoyo tanto moral, material, como económico, mis padres eran tan buenos y tan conocidos por todos lados que terminaron pagándose su propio funeral y dejaron dinero suficiente como para vivir unos 5 años sin tener que preocuparnos por nada, aun así, nos organizamos para conservar el mayor dinero posible para poder de nuevo emprender el negocio que con tanto esfuerzo mis padres habían iniciado desde que se conocieron y se juntaron a vivir.
Yo dejé de estudiar para ayudarnos en lo que el primero y el segundo de mis hermanos terminaban, en dos años podría regresar a estudiar y ellos sostendrían a la familia hasta que todos termináramos de licenciados y cada quien pudiera aportar dinero a la casa  de forma independiente.
Yo no conocía los pueblos, así que rentamos un pequeño local en la ciudad para poder trabajar sin arriesgarme, la gente de los pueblos nos localizo luego, luego y compraban con nosotros los productos que necesitaban casi sin detenerse en otros lugares, al principio fue un poco duro aunque ya estuviera familiarizado con el negocio familiar, pero con el tiempo todo se me facilito y me convertí en un buen comerciante, sobretodo por que contaba con el apoyo de la gente que conoció a mis padres.
A pesar de que ya había pasado un año desde aquel día, quería que no se borrara como el viento el asesinato, quería que los malditos se refundieran y pudrieran en el maldito infierno, carcomidos por los gusanos y atravesados por las raíces de los arboles, solo de esa manera yo y mis hermanos podríamos creer que nuestros padres estarían en paz. La gente de los pueblos era muy suelta de la lengua y con más razón durante todo ese tiempo me dedique a sacarles toda la información que se pudiera, al año y medio ya tenía mas o menos noción de quienes habían sido y no iba a estar dispuesto a que siguieran sonriendo y gastando todo aquello que mis padres habían reunido a base de sudor y cansancio.
Mis amigos iban seguido a platicar, se la pasaban un buen rato conmigo, me ayudaban algunas veces, otras querían que les hiciera favores y mientras no afectara el negocio yo aceptaba,  me convenía tener una buena relación con ellos por que los necesitaría tarde o temprano, ellos serían quienes  me acompañarían a enviar al infierno a esa manada de vestías inhumanas, todo estaba preparado, solo faltaba que llegara el día, que aún se me hacía muy lejano.    
Mi primer hermano ya se encontraba trabajando…en un buen trabajo, sobretodo ganaba bien, mi segundo hermano estaba próximo a salir y también ya se había preparado para trabajar. Mis responsabilidades ya se habían terminado, tan pronto como había sido la clausura de mi hermano, yo había agarrado algunas cosas para irme algunos días con el pretexto de descansar un poco antes de regresar a la universidad.
Mis amigos y yo rentamos una casita a las afueras de aquel pueblo, con la intención de atacar en el momento que se nos presentara la oportunidad, esa oportunidad que esperaría por tantos años se me presentaba en bandeja de plata y nosotros listos como buitres tras algo que pronto sería un cadáver, aquellos tipos se encontraban bebiendo en la cantina del pueblo platicando de cuanta maldad habían cometido, se notaba a leguas que la gente del pueblo les tenía miedo. Esa noche el ambiente olía a azufre, esa peste emanaba de mí, como si yo fuera quien provenía del mismo infierno, solo quedaba esperar a que salieran de aquel lugar.
Transcurrieron las horas  hasta poder ver salir a esa bola de borrachos perdidos en alcohol, no pudo ser mas fácil nuestra oportunidad, cuando nadie en el pueblo se encontraba fuera de sus casas los arrastramos dejándolos inconscientes a puñetazos como pudimos los arrastramos hacia las afueras, en aquella casa que habíamos rentado para que todo lo que queríamos hacer fuera posible. Los golpeamos con las mismas palas que llevábamos, a los primeros golpes que les propinamos salieron momentáneamente llantos ahogados de dolor intenso, les deformamos la cara hasta que quedaron irreconocibles y despellejados con los ojos explotados, destrozamos todos sus huesos a pedradas como miserables muñecos de trapo dejando ver pedazos de carne por doquier, pusimos a hervir en los leños cuatro ollas de cera  y mientras se desangraban las bestias les vaciamos la será hirviendo encima doblándolos como pelotas humanas dejando que ningún poro velludo de su piel se quedara sin cubrir, les contare que quedaron como piezas de cera terroríficas y deformes después los cargamos en la camioneta y los dejamos en el centro de la pequeña plaza del lugar, para que al amanecer, mientras los rayos matinales del sol acariciaban los techos de las casas, todo mundo al abrir las puertas y ventanas los viera como la escoria que eran.
Terminado todo el trabajo pedí a los chicos que se adelantaran que yo aún tenía cosas que pensar, no me querían dejar solo y tampoco les parecía que me quedara, tenían que respetar mi decisión, ellos estaban acostumbrados ha hacer ese tipo de atrocidades, incluso, ellos me lo habían recomendado, pero yo… no podía dejar de recordar esas escenas bestiales que habíamos cometido, como una especie de ritual o culto acompañados con las frías sombras de la noche y aquel olor pesado y penetrante de sangre coagulada que se encontraba por todo aquel lugar… estuve así por dos largas horas, mis reacciones eran muy lentas, temblorosas, angustiantes y sobretodo estaban cubiertas de un enorme miedo que congelaba mi sangre paso a paso haciendo mi caminar diez veces más pesado, de pronto una mano tomo de mi hombro con gran fuerza, al voltear casi todo el pueblo estaba rodeándome con cara de horror, esas miradas tranquilizaron mi alma, era lo que yo estaba esperando en realidad, que alguien me culpara de la muerte de aquellos hombres sin importar quienes habían sido ellos, sin importar cuanto mal habían hecho al pueblo, quería que les importara mas lo que había hecho yo, lo que me había atrevido hacer, quería ser castigado de la manera mas cruel posible.
Confesé todo cuanto había hecho, con lujo de detalle, como si hubiera alcanzado  a realizar algo muy importante y recibiera una premiación, claro, confesé sin incluir a mis amigos ellos solo apoyaron a un loco sediento de venganza y con el corazón encallecido de dolor que al final de cuentas era responsable de todo lo que había acontecido aquella noche.
***
Así es obtuve una larga condena, mis hermanos prefirieron olvidarse de que alguna vez existí y mis amigos vienen de vez en cuando y me traen cosas que no se pueden conseguir en este lugar como libros, me cuentan que han visto a mis hermanos ¡afortunadamente muy  bien!, sin que su vida se allá afectado, me cuentan lo que pasa en aquellas y nostálgicas  calles por las que alguna vez anduve y sonreí sin problema alguno, aquellas calles que remplazaron mi hogar de pequeño… esas calles… que… no se si volveré a ver algún día, esas calles que tengo la esperanza de que me vuelvan a dar la oportunidad de andar en ellas con la frente en alto y sonreír de nuevo como un alma inocente de… apenas… 7 años, volver al pasado y ver la sonrisa hermosa de mi madre cuidando y protegiendo a mis hermanos y dándome la libertad a la que estaba acostumbrado.



Autora: Hovanna Antonio López

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